“Mewgenics” o la ciencia detrás del incesto felino
Cuando sigues durante años el trabajo de Edmund McMillen, creador de The Binding of Isaac y Super Meat Boy entro otros éxitos empiezas a asumir que todo lo que toca se convierte en una mezcla extraña entre tierno y traumatico. Así fue como, revisando las actualizaciones de Mewgenics en Steam (un juego que lleva más de una década de desarrollo junto al programador habitual de los proyectos de Edmund Tyler Glaiel), me topé con algo que solo ellos podían convertir en mecánica jugable: el incesto entre gatos.
Y no, no es una exageración. El propio Tyler lo explicó en su más reciente entrada del blog de desarrollo, titulada Inbreeding 101 (Incesto básico).
Del experimento doméstico al laboratorio genético
En Mewgenics, el jugador cría gatos, muchos gatos. Cada uno con sus propias mutaciones, defectos y rasgos únicos. Pero claro, si dos gatos son idénticos y no existe castigo por cruzarlos entre sí, el juego se convierte en una fábrica de clones infinitos, borrando toda la primicia del “¡infinita posibilidad de gatos diferentes!”. La solución, como dice Tyler en su entrada al blog de desarrollo, fue sencilla y brutal: penalizar el apareamiento entre parientes. Si dos gatos están emparentados, sus crías pueden sufrir deformidades, perder habilidades o desarrollar lo que el juego llama birth defects. “Ninguno de nosotros es natural”, dice el texto, recordando que lo mismo hemos hecho con razas reales de gatos y perros, tanto por accidente como por diseño.
A veces, estos defectos incluso pueden tener un efecto positivo como una mutación inusual que mejora alguna estadística, pero eso es la excepción a la regla.
Árboles genealógicos aplicado en gatos
Lo curioso es que el sistema no se limita a tirar dados con un número de “probabilidad de defecto”. Mewgenics calcula de forma científica el coeficiente de consanguinidad (COI), una métrica usada en biología y cría de animales reales para medir qué tan emparentados están dos individuos. “Es divertido crear una línea de sangre de gatos que compite con la de las familias reales europeas”, bromea Tyler.
Dentro del juego, es posible desbloquear la vista del árbol familiar. Cada gato muestra su linaje completo sus abuelos, primos, hermanastros y demás en un entramado de retratos con tonos pastel y oscuros, una especie de tapiz gótico donde cada nodo cuenta una historia de amor… o de degenere genético
Cuando el código se vuelve biología
Aquí es donde la entrada del blog se pone verdaderamente interesante. Tyler explica que, para calcular el grado de parentesco, decidió no usar una fórmula simplificada como la de Crusader Kings (que revisa solo cinco generaciones), sino un algoritmo basado en papers científicos de cría de perros. El artículo que menciona contiene una fórmula recursiva para el “coeficiente de parentesco” ψ(x,y), donde x e y son dos individuos, y se calcula
- En función de sus padres
- φ(y) y ρ(y): ψ(x,y)=0.5(ψ(x,φ(y))+ψ(x,ρ(y)))
- Y para un individuo consigo mismo:
- ψ(x,x)=0.5(1+fx)
Aunque parezca cosa de un genio demente, Tyler lo tradujo a unas pocas líneas de código que se ejecutan en tiempo real dentro del juego. Su implementación guarda en caché los valores de parentesco entre gatos vivos (unas 10 000 combinaciones en total, para una población máxima de 100 gatos).En pocas palabras: cada vez que dos gatos se cruzan, el juego evalúa su relación genética y calcula si la descendencia nacerá sana, débil o con mutaciones.
Un sistema absurdo… pero admirable
La mayoría de jugadores nunca notará la profundidad detrás de estas fórmulas, y sin embargo ahí están, funcionando discretamente mientras el jugador decide qué gato emparejar con cuál.
El propio Tyler lo admite con humor:
“¿Era necesario todo esto? Tal vez no. Pero ahora puedo decir que Mewgenics tiene la simulación de endogamia más científicamente precisa en la historia de los videojuegos.”
Y lo cierto es que esa frase lo resume todo: una mezcla perfecta entre obsesión técnica, sátira biológica y amor por lo absurdo.
Lo que empezó como un juego sobre gatos y caos terminó convirtiéndose en una lección práctica de genética aplicada. Edmund y Tyler no solo siguen explorando la frontera entre lo grotesco y lo adorable, sino que lo hacen con un rigor que roza lo académico.
Mewgenics todavía no tiene fecha de lanzamiento, pero si esta entrada de blog es indicio de lo que viene, podemos esperar un juego que combina humor negro, crueldad felina y un motor genético más realista que muchos simuladores científicos.
Y sí, probablemente seguiré cada actualización como quien observa, fascinado, el linaje cada vez más confuso de un millón de gatos con problemas familiares.
Escrito por: Juan-Fer Menéndez
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