La hipótesis del internet muerto
Habitamos, coexistimos en redes sociales vacías, en donde entramos para sentirnos acompañados, conectados en el mundo, desconociendo que ese mundo, el que se nos plantea ahí, está siendo directamente influenciado por cadenas inmensas de algoritmos muertos.
Esta es la teoría del internet muerto, y aunque lleva años rondando por ahí, en páginas clandestinas populares como 4chan, es ahora en donde ha cobrado una mayor importancia y validez con la reciente explosión AI.
Seguramente esta imagen les genere incomodidad.
La mayoría de los lectores de este blog somos estudiantes, por lo tanto, jóvenes. Sin experiencia en la vida, pero sí en el internet, y, de sobra.
Por eso, sabríamos decir a leguas de distancia que esto se trata de una imagen generada por IA. La tomaríamos como un chiste, o lo ignoraríamos como parte de la enorme basura de internet.
Pero en un lugar de la web, en un software de antaño que perdura aún de formas inexplicables, estas imágenes, las generadas por IA, causan tendencia, se viralizan de formas vertiginosas e instauran ideas, refuerzan noticias falsas y destruyen la capacidad de discernir la verdad.
Hablo, por supuesto, de Facebook. Los viejos están obsesionados con la IA. Muchas veces ni siquiera saben que una imagen fue hecha de esta forma, y solo interactúan con ella, generando una bola de nieve algorítmica que termina creando tendencias fantasmas.
Estas tendencias fantasmas no son recientes ni mucho menos. Es cierto que la cantidad de spams, bots y contenido basura se ha disparado desde la pandemia y la IA, pero la basura de internet ha estado ahí desde los inicios del mismo internet.
Fue con esta idea que algunos usuarios de 4chan, famosa página clandestina de culto, crearon esta hipótesis: La hipótesis de que el internet como lo conocemos es muy diferente a la realidad. Que una abrumadora cantidad de espacio, interacciones y procesos se llevan a cabo automáticamente, y que a los humanos solo nos queda un pequeño fragmento de él. Que no tenemos poder, que donde vemos actividad, en realidad hay vacío. Hay actividad sin haber vida.
Ahora, con este aumento en el spam de imagenes irracionales generadas por IA, hemos llegado al punto más alto, al climax del género en cuestión, que son las imágenes religiosas protagonizadas por camarones. Esta corriente se pone de ejemplo, pero hay de todo tipo. Estoy seguro que ya les han salido publicaciones en Instagram con la descripción típica del Honda Civic que mejora el posicionamiento de la publicación aunque no tenga nada que ver, o cuando encontramos dos, tres cuentas que coinciden exactamente las mismas publicaciones de forma automática.
Lo realmente preocupante de esto, es que su cantidad de interacciones no parece tener sentido. Es comprensible que una abuelita le de like a una foto de Jesús que aparezca en su feed, pero cuando este Jesús es una bizarra criatura sin mucha forma, es imposible.
Por eso, al ver las enormes cifras que se manejan en este tipo de publicaciones, podemos observar que las cuentas que le dan like, comparten o crean comentarios, son en realidad una cadena inmensa de bots. Cuentas fantasmas, que no tienen otro propósito más que inclinar balanzas de masividad en las redes. Volver viral lo que se desee, matar cuentas que se deseen muertas, y en casos extremos, influencias, difamaciones y propagandas políticas.
Se ha registrado en informes como el de Akami, empresa de computación e infraestructura digital para distribución de contenidos, que las interacciones genuinas entre personas en las redes es cada vez menor, y que una gran parte del tráfico de todo internet, un 42%, procede de sistemas completamente automatizados, o ahora, de herramientas IA que se hacen pasar por humanos.
Hay que saber diferenciar, porque no todo ese tráfico es malo. Es necesario en muchas ocasiones, como los bots de empresas grandes como Google o Microsoft que utilizan para indexar el contenido y hacer más fácil la búsqueda, pero también según Akamai, más del 65% del tráfico artificial es maligno. Herramientas automatizadas para espiar a la competencia, crear demanda falsa de productos o atacar comunidades enteras.
De estos bots hay muchos tipos. Hay algunos programados para comprar cosas al momento de salir a la venta, como entradas de conciertos, o bots que entran y salen en páginas para aumentar el tráfico y mejorar el posicionamiento en las búsquedas. Los más peligrosos son los que roban datos, suplantan sitios de empresas medianas o los que evolucionan tan rápido, que los detectores se quedan atrasados.
Esta teoría pone a muchos nerviosos. Es factible estadísticamente. Podría llegar a ser casi un hecho. Quizá todo esto no nos afecte directamente. No es un monstruo al cual debamos temerle.
Sin embargo, no deja de ser inquietante, sobre todo cuando nos ponemos a soñar en un futuro en donde la extinción humana ya haya ocurrido, y el internet, esta herramienta definitiva que creamos, siga ahí, en bucles de actividad muerta. Un ecosistema de bots destinados a hacer un par de acciones predeterminadas automáticamente. Habremos creado un mundo autogobernado, por autómatas simples, pero en movimiento al final de cuentas. Y qué es la vida si no movimiento. Una existencia oscilante.
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