Autores demandan a OpenAI por robo de contendio, hablemos de ello

 

Un tema del que hemos escuchado mucho en los tiempos recientes sería la inteligencia artificial, los noticieros, tableros de noticias y medios de comunicación nos han bañado en información relacionada a unos de los conceptos más intrigantes y sin lugar a dudas relevantes del presente año. Y no es sin motivo, ya que el feroz crecimiento y aplicación ha forzado muchos ámbitos a adaptarse o enfrentarse con las nuevas tecnologías y, en este caso, la escritura no es la excepción.

En este punto tenemos más que presente la existencia de GPT y su compañía creadora OpenAI, tecnología que en resumidas cuentas es un “LLM” (Gran modelo de lenguaje por sus siglas en inglés) alimentado y entrenado con cantidades industriales de información escrita, lo que le permite replicarla y, por ende, entablar conversaciones y producir resultados que replican el de contenido elaborado por seres humanos con una velocidad importante. Sin embargo, como todo en esta vida, no es perfecta y por muchos plugins y adiciones hay varios aspectos dónde deja bastante que desear.

Pero ese no es el problema que nos compete, solo el contexto básico necesario para entenderlo. Realmente lo que ha hecho sonar las alarmas es esa parte de “alimentar y entrenar” de la que hablaba, ya que ahí reside la problemática que nos reúne. Y es que el pasado 20 de septiembre de 2023, El Gremio de Autores estadounidense ha presentado un comunicado titulado “El gremio de autores, John Grisham, Jodi Picoult, David Baldacci, George R.R. Martin y otros 13 autores presentan una demanda colectiva contra OpenAI”.

La demanda alega que la compañía OpenAI ha utilizado versiones no autorizadas de sus escritos para alimentar y entrenar la inteligencia artificial, lo que ha resultado en esta replicando dicho contenido utilizando nombres y aspectos de estos protegidos por el derecho de autor. El problema se agrava con casos como el de la escritora Jane Friedman, que en una entrevista para el medio CNN dio a conocer que encontró varios libros digitales publicados bajo su nombre, libros que ella no había escrito y con los que dichas personas pensaban lucrarse, libros que sospechaba fueron escritos con la herramienta GPT por carencias en ciertos aspectos de dichos libros. 

Son solo sospechas, ya que el comprobar en su totalidad el uso de dicha herramienta es cuánto menos difícil, pues los mayores verificadores de texto generado con inteligencia artificial lo que buscan son patrones en la escritura, lo que provoca que en textos como “Hola, ¿cómo estás?” y “Hola, ¿cómo estás?” sea imposible verificar con ciencia cierta cuál fue escrito con inteligencia artificial, entre más texto les sea proporcionado mayor porcentaje de probabilidad darán, pero al final del día no podemos sentenciar un texto de ser generado por inteligencia artificial basado únicamente en que a lo largo de su escritura se presenta un patrón, porque por muy difícil de hacer no es imposible para un ser humano. 

Es por ello por lo que la demanda se centra en la primera etapa de la inteligencia artificial, su entrenamiento. Realmente es fácil de entender la frustración del gremio, cuyo propósito es proteger a los autores y su contenido, ellos no han recibido nada a cambio de que dicha herramienta haya sida entrenado con los trabajos que les han costado años perfeccionar y realizar. De hecho, los autores han proporcionado alternativas coherentes para solucionar estos problemas, el utilizar sólo obras cuyos derechos ya caigan en dominio público o pagar las licencias de aquellas obras que quieran utilizar.

Por muy útil y eficiente que sean estas herramientas, que lo son y mucho, debemos plantearnos los límites y lineamientos a seguir en un futuro para este tipo de casos. No es justo que una compañía, o en este caso específico, OpenAI, lucre del producto realizado en base a contenido que no les pertenece y por el que no han pagado los derechos de autor, aunque esto haya sido de manera no intencional, al final los perjudicados son los humanos.

Lo sorprendente y la razón por lo que este tema ha recibido tanta atención mediática, además de la naturaleza interesante y relacionada al tema en boca de todos es la participación de grandes nombres de la escritura sumándose a esta, empezado por el escritor del a saga “Canción de Hielo y Fuego” en la que se basa la exitosa serie de televisión de HBO “Juego de tronos”, George R. R. Martin;  el escritor de literatura y cine John Grisham; el ganador del National Book Award, Jonathan Franzen, entre otros. El primero bajo la queja principal de que versiones no autorizadas de sus sagas han sido publicadas en tiempos recientes, a pesar de que aún no termina de escribir dichas entregas y gracias a la antelación de los fanáticos reciben la atención de varios.

En conclusión, suena inofensivo y cómo un interesante proyecto el utilizar las obras pasadas de autores reconocidos para crear más contenido similar y obtener resultados impresionantes, pero la final del día eso es un problema mucho más profundo y realmente nada nuevo cómo el robo de propiedades intelectuales. La inteligencia artificial está aquí para quedarse, y realmente la demanda no se opone a dicha herramienta, como lo dejan claro, más bien su preocupación se centra en el uso indebido y sin correcta acreditación de contenido producido por personas que dedican tiempo e incluso su vida a regalarnos obras de calidad para todos, eso es todo de mi parte.

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